EL PROBLEMA DE LA CONSTITUCIÓN SOCIAL DE LA PROPIEDAD

 

Hoy en día, la Convención Constitucional se haya en un atolladero. A pesar de los aparentes esfuerzos por “construir” un Chile mejor, más justo y ad hoc a los nuevos tiempos que arrecian, la popularidad de la instancia y de su producto no suben. De un inicial 78,28% por ciento de aceptación al proceso -si tomamos los resultados del plebiscito del 25 de octubre de 2020 como reflejo de esta-(1), hoy día distintos centros de estudios destacan vaivenes considerables e, incluso, una desaprobación mayor que la aprobación en general, tomando nota de la desconfianza que produce el proceso(2). Todo esto a pesar de que varios personeros han salido a defender lo obrado, llamando a no desinformar y alegando existiría una campaña contra la Convención y su trabajo(3). Sin embargo, se puede reflexionar que la causa del desprestigio, la desconfianza y la ya derechamente contrariedad con todo lo que hace o no hace el organismo tendría razones más profundas que las propuestas tan simplistas espetadas por sus defensores.

En el siguiente ensayo propondré que una de las causas principales del descontento con la Convención Constitucional tendría sus raíces en algo más profundo: una desavenencia con la constitución social de la propiedad en Chile. La razón principal del fracaso o aparente caída del proceso tendría sus razones en la honda discrepancia entre lo que se quiere representar o diseñar -palabra clave esta última- en la nueva carta magna sobre este punto y el Chile real que lo sustenta. La constitución social de la propiedad es muy diferente a lo que era antaño y de esto los convencionales no han acusado recibo.

Por consiguiente, primero argumentaré por qué es importante el asunto de la constitución social previa a las reglas jurídicas, para luego desarrollar la relevancia de los peligros de socavar los cimientos sociales respecto de la propiedad en la actualidad.

Primero, hemos de entender de qué hablamos cuando señalamos la idea de una constitución social. Tras la instalación de la Universidad de Chile, el claustro académico instaló las memorias históricas como un ejemplo claro de las altas miras de la educación superior en Chile: la generación de conocimiento y su posibilidad de transmitirlo. Conociendo tales objetivos, su rector, el insigne filósofo y polímata venezolano Andrés Bello propuso a un todavía joven José Victorino Lastarria(4), filósofo y político chileno, que comenzara con tan gloriosa tradición. Su presentación se titulaba “Investigaciones sobre la influencia social de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile” (1844) en la que el rancagüino caracterizaba a dicho legado como uno de los más nefastos sobre la tierra, sin parangón alguno. Reclamaba el insigne autor que, tras tres siglos de historia, la Colonia solo había preparado a un ser chileno abúlico, acostumbrado a la quietud intelectual. Incapaz de visualizar las cadenas a las que estaba sometido, el Chile colonial no propendía a su independencia e, incluso, se resistió a la misma por su precisa configuración social quitada de bulla y de grandes hazañas. Es precisamente por esa configuración caracterológica, esa identidad tan ibérica, acostumbrada a rendir pleitesía al Rey y a la Iglesia, que el proceso de Independencia fue tan difícil y, por lo cual, los protagonistas de esta fueron en realidad, diría posteriormente en “Bosquejo histórico de la Constitución del gobierno de Chile” (1847), unos héroes. Los próceres de la patria no solo se enfrentaron con los ejércitos españoles, sino que, asimismo, con el carácter pusilánime del chileno, con su constitución social. Toda esta realidad llevaría al posteriormente diputado de la República a reclamar y dedicar una vida política a la reforma y a denunciar que los sucesivos gobiernos durante la así llamada “República Conservadora” (1831-1861) no eran más que un freno que volvía a aplicar esquemas autoritarios para impedir la reforma del espíritu(5).

Por supuesto, la réplica no se hizo esperar. Andrés Bello mismo contraargumentaría en un escrito titulado igual que la memoria presentada por Lastarria a la Universidad de Chile, publicado en el diario El Araucano en 1844, que no solo que su discípulo exageraba respecto de los crímenes españoles, haciéndolos ver como especiales cuando no superaban lo que cualquier otra potencia del momento hiciera con sus terrenos ultramarinos, sino que justamente para lograr consumar el proceso independentista que comenzó en 1810 se debía de tener en cuenta dicha constitución social. El primer rector de la universidad, en otro artículo llamado simplemente “Constituciones” (1848), inspirado en un liberalismo clásico(6), era capaz de ilustrar que lo primero era la reforma civil, que consistía simplemente en cuadrar las prácticas ya existentes respecto de la propiedad, la familia, las obligaciones, y otros temas que eran elementos constitutivos de la base social de un pueblo, y que forman parte de su magna obra Código Civil (1855), replicada en toda Hispanoamérica. Las constituciones políticas son, por decirlo así, menos importantes y mucho menos tendrán cabida si lo que buscan es contradecir el fondo social(7). Es decir, en la medida que se diseñen dichos instrumentos políticos en contraposición a la real configuración social del pueblo al que se busca aplicar, no tendrían éxito alguno.

Es así como llegamos a entender que previo a una Constitución, existe, entonces, una constitución social. Una configuración, un entramado de relaciones significantes generadas de manera espontánea entre los sujetos ex antes cualquier diseño institucional proveniente de una autoridad y sus leyes. En la medida que dicha configuración social sea importante o considerada vital por los miembros de una sociedad, estas estructuras relacionales se convertirán en reglas que serán justificadamente exigidas y resguardadas por el brazo operativo de la herramienta llamada Estado. En la medida que no se considere de esa manera, el diseño establecido desde la autoridad se convertirá más en una camisa de fuerza. No otro sentido le dará, por otro lado, el filósofo español Ortega y Gasset cuando en “Del Imperio Romano” (1941) expusiera que el Estado de los antiguos era como “la piel” del ciudadano. Cicerón, en su pensamiento, no exclamaría contra la ley, sino que la sentiría como propia. Solo dentro de ella se hallaría en libertad. La piel, en sentido figurado, no aprisiona, sino que la sentimos como extensión de nosotros mismos. No es una limitación. En la medida que dicha ley, y su expresión mayor que sería una Constitución, se sintiera como tal, no representaría mayores escollos para su sustento social. La constitución social y la política estarían, como diría Andrés Bello, en plena armonía. No otra es la tarea del legislador, añadiría el rector.

Ahora, ¿qué sucede en sí con la propiedad? ¿Es parte de dicho entramado social? ¿Cuál es su real importancia? Ya sabemos, con el insigne venezolano autor de nuestro código civil, que esta es básica en la conformación de una sociedad. Su origen, los modos de acceder a ella, mantenerla en el tiempo y traspasarla a otros, son esenciales. No obstante, aquello, la propiedad, en su momento, estaba más bien restringida en Chile. Tal como nos diría el mismo Lastarria en la primera de sus obras ya mencionadas, un determinado grupo mantenía esa propiedad solo para algunos. Sabido es que incluso la inicial ampliación de la propiedad, diría el mismo Lastarria mirando la obra del período conservador en “La reforma política” (1868), a pesar de todo, conservaría los márgenes aún exiguos de un legado colonial nefasto. Sin embargo, a medida que avanzamos en la historia de nuestro país, es indudable que esa inicial ampliación de la propiedad permitió el surgimiento de una primigenia clase media que se vería reforzada durante el siglo XX, aunque concretada definitivamente gracias al legado de las reformas económicas y políticas durante el régimen de Pinochet y su mantención por la ya extinta Concertación. Es lo que el columnista y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, ha llamado “proceso de modernización capitalista”. En su obra “Lo que el dinero sí puede comprar” (2017) Peña, por fin, logra dar en el clavo: el modelo económico en Chile ha producido no solo una reducción de la pobreza, el aumento de la capacidad de consumo y endeudamiento, o la reducción de la desigualdad intergeneracional, sino que también instaló una cultura mercantil distinta, una relación novísima con la propiedad. Mucho de lo que, hasta algún momento, justificó la estructura económica legada era la mayor capacidad de adquisición propietaria y la libertad que el modelo suponía al respecto. Incluso, a mayor abundamiento, la alta valoración del consumo propio y la seguridad de mantener dicho nivel en el futuro, así como la libertad que se respetaba de tener, adquirir, comprar y vender(8), da sentido al cambio de preocupaciones que las nuevas generaciones muestran. Alexander Hammond, analista de políticas públicas del Institute of Economic Affairs de Inglaterra lo ejemplifica en “Los verdaderos ambientalistas deberían priorizar la prosperidad económica” (2021)(9): habría un cierto umbral de ingresos per cápita desde el cual las personas comienzan a preocuparse por elementos distintos a las necesidades más básicas, necesidades más aparejadas a otro tipo de preocupaciones, tales como el medio ambiente.
Con todo, el psicólogo norteamericano Abraham Maslow sería aún más claro respecto de la importancia de la propiedad: en su famosa pirámide de Maslow o jerarquía de las necesidades humanas, propuesta en su libro “Una teoría sobre la motivación humana” (1943), explica el psicólogo humanista que existiría un conjunto de necesidades básicas que una vez satisfechas hacen surgir necesidades nuevas. Estarían a la base de la pirámide aquellas relacionadas con las necesidades fisiológicas primarias: respirar, alimentarse, el sexo. Todas ellas nos permiten resguardar, una vez satisfechas, el soporte vital básico. Y así podemos ir subiendo hacia la cima piramidal. Con todo, en el segundo lugar de mayor importancia aparecen aquellas relacionadas con la seguridad: seguridad física, tener empleo, cuidado de la familia y, también, la propiedad privada. Mucho más tarde aparecerían aquellas relacionadas con la afiliación (mantener amistades significativas o de afecto); las relacionadas con el reconocimiento (grupal como la pertenencia a campañas o intereses colectivos, el auto reconocimiento como sujeto importante y que merece dignidad) y, finalmente, las de autorrealización (la proyección, en definitiva, de nuestro Yo en el mundo y su concreción fidedigna, auténtica, en el Mundo).

De este modo, podemos observar que la propiedad es importantísima. Es uno de los elementos basales de la sociedad, fermento básico de estadios más avanzados de desarrollo psicológico, expresión concreta de nuestra proyección sobre el Mundo, diría Fernando Savater en “Política para Amador” (1991). Y aunque en nuestro país estuvo limitada por mucho tiempo, el crecimiento y libertad económicas permitió su expansión o, si se quiere, en definitiva, su democratización. No otro sentido tiene el mentado proceso de modernización capitalista chileno: la configuración de una amplia cultura relacional con la propiedad que implicó a la mayoría de su población.

No obstante, aquello, ¿la Convención Constitucional tiene siquiera noticia de esto? Veamos. Hace poco en la Comisión de Derechos Fundamentales de la instancia se aprobó la consagración del derecho de propiedad, como cualquier otro instrumento jurídico de tal calidad haría. Salvo que dicha instauración se hizo con un amplio margen para la expropiación(10), que hizo temer y sospechar que de nuevo se abría el espacio para medidas como aquellas que caracterizaron la reforma agraria de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y su respectiva profundización allendista (1970-1973)(11). Anteriormente, la Comisión de Medio Ambiente y Modelo Económico autorizaba la expropiación minera por miles de millones de dólares, poniendo nuevamente en vilo al derecho a la propiedad(12). Más encima, se sabe que la mayoría de los constituyentes está a favor de cambiar el modelo de pensiones que hacía a cada chileno propietario de sus ahorros y algunos, incluso, pretenden revivir el fracasado modelo del reparto, como el ignorante Daniel Stingo y otros(13). Todas estas acciones muestran no solo el poco respeto que la convención o parte de ella tiene sobre la propiedad, sino asimismo la ignorancia sobre la democratización de esta. Todas esas medidas ya no afectan solamente a las grandes propiedades, sino a todo el sistema interconectado de relaciones propietarias que incluyen a mayor población de la que ellos, con un evidente sesgo ideológico, pretenden. Se asume que la propiedad es solo privilegio de pocos, cuando hace ya tiempo el objetivo del General Pinochet se cumplió. En su momento, la máxima autoridad de la junta decía para El Mercurio el 24 de abril de 1987: “Nación es tratar de hacer de Chile un país de propietarios y no de proletarios”. ¿Cuántos no han podido acceder a la casa propia cuando sus padres y abuelos jamás pudieron?(14) ¿A cuántas personas les faltó dinero para poder endeudarse y comprarse un auto propio, al menos antes de la degradación de las condiciones económicas provocadas por la pandemia y la inflación provocada por los retiros y el conseguiente aumento del consumo interno?(15).

En consecuencia, esta realidad obviada por los constituyentes en ningún caso amerita la confianza que Carlos Peña tiene sobre la incapacidad de la Convención Constitucional para afectar el proceso de modernización(16). Como diría el filósofo español Ortega y Gasset en “El tema de nuestro tiempo” (1923), bien que el proceso de desarrollo o de progresión puede irse hacia atrás y perderse o, peor aún, y utilizando una figura retórica del filósofo italiano Umberto Eco, se puede avanzar, a nuestro pesar, “A paso de cangrejo” (2007). Las condiciones de resguardo sobre la propiedad privada se encarecen y, esta vez, no solo podría afectar a los grandes propietarios, sino también a los medianos y pequeños que ya no son una excepción a la regla, sino norma.

En conclusión, la Convención Constitucional ignora supinamente que la propiedad ya no es un privilegio de pocos. Hace ya tiempo Chile vivió una ampliación enorme de la facultad propietaria, al punto de vivir un proceso de modernización producto de la instalación de las lógicas capitalistas que permitieron ampliarla, multiplicarla y asegurarla. En ese sentido, la instancia arriesga a causa de este descuido, sumado a otras actitudes que le han valido su baja popularidad, fracasar en su intento de otorgar a nuestro país un instrumento jurídico de real valor. En la medida que no se atienda a la constitución social de la propiedad, a la verdadera relación que el chileno actual tiene con ella y a fomentar y resguardar todos los modos de acceso, cuidado y traspaso de esta, no se augura un buen resultado de este experimento que ya ha sido ya muy costoso para el país.

 
 

Notas a pie de página

  1. Resultados oficiales disponibles en https://historico.servel.cl/servel/app/index.php?r=EleccionesGenerico&id=10

  2. https://cadem.cl/estudios/plaza-publica-422-confianza-en-la-convencion-constituyente-baja-a-50-9pts-e-intencion-de-aprobar-la-nueva-constitucion-cae-de-56-a-47/

  3. Algunos, como Fernando Atria, han culpado directamente a la derecha de desprestigiar la instancia. https://twitter.com/fernando_atria/status/1418408795248734211?lang=es

  4. Pueden ser notadas diversas etapas del pensamiento de Lastarria, aunque pareciera que el filósofo chileno siempre quiso ver una cierta continuidad en su desarrollo intelectual. Véase Recuerdos literarios (1878). Disponible en http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-10274.html 

  5. No todos opinan de la misma manera. El mismo Alfredo Jocelyn Holt nos diría en El peso de la noche (2014) que mucho de lo planteado por diversos historiadores estaría mal y que, de alguna manera, dicho período puede ser representado como uno liberal moderado, de pausadas y pensadas reformas que fueron abriendo el panorama político a favor de la incorporación de cada vez más amplios derechos.

  6. Mucho se ha discutido sobre el tema, pero me parece patente, una vez que se leen sus obras, que dicha caracterización es acertada, especialmente por su noción de la libertad aparejada a la conceptualización negativa planteada por Isaiah Berlin. Véase mi ensayo sobre el tema: “Andrés Bello y la defensa de una verdadera libertad” (2021). Disponible en https://revistaindividuo.cl/ensayos/andres-bello-y-la-defensa-de-una-verdadera-libertad

  7. Precisamente a eso ha apuntado el historiador chileno Iván Jacksic en su presentación de la reciente Cátedra Andrés Bello creada en la Universidad Adolfo Ibáñez. Véase https://www.youtube.com/watch?v=HrmQ30gVoa4

  8. A pesar de esa posibilidad mayor de acceso a la propiedad, el valor que los chilenos han reportado en los últimos años hacia ella y su aseguramiento ha disminuido. El abogado chileno Axel Kasier atestiguará, en cambio, que en Chile siempre ha habido una relación más o menos ambigua con la propiedad. Véase  https://fppchile.org/es/blog/la-cultura-del-robo/

  9. Disponible en https://www.elcato.org/los-verdaderos-ambientalistas-deberian-priorizar-la-prosperidad-economica

  10. https://www.latercera.com/pulso-pm/noticia/cc-comision-consagra-derecho-de-propiedad-pero-abre-debate-sobre-mecanismos-de-expropiacion/RQMUIJ5VWVACDC57CV2QGEKARA/

  11. Analizar la explicación que nos otorga el profesor Gonzalo Arenas en https://www.instagram.com/tv/CZ-C43nFBXp/?utm_source=ig_web_button_share_sheet

  12. https://www.elmostrador.cl/nueva-constitucion/2022/02/01/comision-de-la-cc-aprueba-iniciativa-que-busca-la-renacionalizacion-de-bienes-naturales-y-expropiacion-minera/

  13. https://www.pauta.cl/politica/convencion-constitucional-cotizaciones-obligatorias-pensiones-afp-privados

  14. Lamentablemente el sueño de la casa propia se ha ido haciendo cada vez más difícil en nuestro país. Véase https://www.latercera.com/pulso-pm/noticia/el-sueno-de-la-casa-propia-por-que-se-esta-haciendo-mas-dificil/7W4FBT5JGBBAXN7SV4JBD63GXE/

  15. El consumo, incluso, aumentó durante la pandemia, especialmente a raíz de los retiros de fondos de pensiones. Véase https://www.elmostrador.cl/generacion-m/2020/11/20/los-principales-factores-del-aumento-en-la-compra-y-venta-de-autos-usados-en-chile/

  16. Véase https://www.youtube.com/watch?v=32Jwdgl4Upk&ab_channel=PAUTA

Anterior
Anterior

LA INGENUIDAD DEL “BUENISMO” EN TIEMPOS DE GUERRA

Siguiente
Siguiente

HEGEMONÍA CULTURAL DE LA IZQUIERDA EN CHILE (2011 - 2019)